El PERTE de microchips y semiconductores: causas e implicaciones
El pasado 24 de mayo el Gobierno sacó adelante la aprobación del PERTE de 12.250 millones de euros sobre microchips y semiconductores hasta 2027, un aumento de 1.250 millones respecto a los 11.000 anunciados en abril. Se trata del proyecto más ambicioso de los 10 aprobados hasta la fecha, y el que tiene una mayor dotación monetaria.
La medida tiene dos lecturas fundamentales: por un lado, la capital importancia que tienen estos elementos tecnológicos en el ciclo económico; y por otro, el profundo impacto de la crisis de desabastecimiento y la inestabilidad geopolítica en la provisión de los productos más básicos. Para entender bien el calado de la iniciativa, es necesario esclarecer conceptos.
Un plan para garantizar un suministro crucial
¿Qué es un PERTE?
PERTE es el acrónimo de Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica, una fórmula de colaboración público-privada enmarcada en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia articulado por España para acceder al programa europeo de estímulo económico NextGenerationEU. La meta de este tipo de iniciativas es propulsar aquellas ideas o productos con capacidad para contribuir de forma decisiva al desestancamiento y avance de la Economía.
La luz verde para un PERTE en un área o sector determinado depende de dos criterios básicos: el potencial contributivo de dicho sector para el crecimiento económico y su importancia en el desarrollo de tecnologías disruptivas o de vanguardia.
Microchips y semiconductores
Los semiconductores y los circuitos integrados -también conocidos como microchips- pueden ser calificados como la savia de la industria global. Son esenciales para multitud de segmentos productivos, aunque el electrodoméstico, el tecnológico y el automovilístico son los que más sufren su actual déficit.
- Un semiconductor es todo aquel material que puede actuar como conductor y también como aislante, permitiendo o bloqueando el paso de la corriente eléctrica dependiendo de la temperatura, el nivel de presión, la radiación o el magnetismo.
- Por su parte, los chips o microchips son estructuras milimétricas dispuestas en una lámina de material semiconductor, sobre la que se integran circuitos electrónicos. Son imprescindibles en la práctica totalidad de los equipos informáticos y los electrodomésticos.
¿Por qué España quiere atraer la inversión en este sector?
Apoyo a las tecnologías rupturistas
Como ya se ha dicho, y abordaremos en profundidad más adelante, la complicada situación internacional ha agravado el desabastecimiento de estos materiales, ya acuciante antes de 2022.
Por otra parte, destinar fondos públicos al sector de los semiconductores es una medida en sintonía con los principios de los planes de recuperación en el ámbito nacional y comunitario. Al avanzar la medida el pasado 4 de abril, el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, justificó la puesta en marcha del PERTE en la “importancia geoestratégica” de los microchips y semiconductores dentro de un “contexto de transformación digital” como el que viven las empresas de todos los tamaños.
Concretamente, el plan girará sobre cuatro vectores fundamentales: la I+D, el diseño de chips, la implantación de infraestructuras de fabricación y el impulso a la industria tecnológica y electrónica. Por otro lado, se favorecerá la participación de firmas españolas en proyectos europeos dentro de este ámbito y se formularán nuevas estrategias de colaboración público-privada.
En este sentido, los más de 12.000 millones de euros de este plan estratégico representan una importante porción del pastel de 56.000 millones que, según estimaciones del Ejecutivo, se inyectarán en los PERTE para el desarrollo del vehículo eléctrico y conectado; para la salud de vanguardia; para las energías renovables, hidrógeno renovable y almacenamiento; el agroalimentario; el PERTE Nueva economía de la lengua; el PERTE Economía circular; el naval; el aeroespacial y el de la digitalización del agua.
Un paquete de ayudas que puede resultar fundamental para los compañías de este sector. Ahora bien no solo es importante conocer la existencia de las mismas, también será clave descubrir cuál es la que se adapta a las necesidades de cada empresa. Por ello es recomendable acudir a buscadores como el desarrollado por el Banco Santander, en colaboración con KPMG y LocalEurope, que identifica rápidamente la ayuda que permitirá a un autónomo, pyme o empresa desarrollar o impulsar su proyecto.
La (difícil) tarea de impulsar la autosuficiencia
Por otro lado, la inoculación de dinero público en el campo de los componentes electrónicos tiene mucho que ver con la estrategia europea a largo plazo en este ámbito. El PERTE español va de la mano con la directiva europea conocida como Ley Europea de Chips o Chips Act, nacida para posicionar a Europa como potencia en la producción de semiconductores.
Un objetivo que se antoja arduo habida cuenta del leonino peso asiático en el mercado, con un 80% de cuota frente al 10% de la UE.
¿Cómo afecta la actual crisis de suministros al mercado de microchips y semiconductores?
La escasez de circuitos integrados amenaza los mismos cimientos de la Economía mundial. Se trata de materiales imprescindibles para el funcionamiento de industrias clave, con lo que las implicaciones de su desabastecimiento se extienden a un enorme abanico de sectores productivos. En muchos casos, la gravedad de la situación ha obligado a las compañías a detener su actividad.
El ‘cuello de botella’ incide directamente en la producción de vehículos, ordenadores, electrodomésticos, smartphones y aparatos de uso médico, por nombrar sólo unos pocos; e indirectamente en todas las industrias que precisan de estos artículos. Hablamos de un problema que tiene en vilo, y con razón, al colectivo empresarial, y que no ha hecho sino empeorar desde antes incluso de la pandemia.
La crisis en el suministro hunde sus raíces en la ‘guerra fría’ comercial librada entre la Administración de Donald Trump y la República Popular China, iniciada en 2018 y que, con altos y bajos, continúa hasta el día de hoy. Como es lógico, el estallido de la COVID-19 contribuyó al estancamiento.
El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania llegó en el peor momento posible: la crisis sanitaria, ya bajo relativo control, había propiciado un cambio de paradigma en los usos laborales, con un meteórico aumento del teletrabajo y la utilización de aplicaciones laborales colaborativas. Todo ello impulsó aún más la demanda de componentes electrónicos, cuya escasez agrava la ya desbocada inflación.
