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Crisis en el sector energético: ¿cómo minimizar sus efectos?

Crisis en el sector energético: ¿cómo minimizar sus efectos?
Imagen: Lovelyday12 (Shutterstock)

Cualquier empresario que quiera hacer frente con garantías a la crisis energética tiene que partir de una dura premisa: el daño ya está hecho, y no hay parche ni truco que lo revierta. Lo que sí se puede hacer es disminuir su impacto, dotando de carácter urgente a las medidas de ahorro y eficiencia. Es más, las presiones económicas pueden servir a las compañías para transicionar de forma más rápida hacia un funcionamiento sostenible y digital que hoy es necesario y mañana, indispensable.

Origen de la crisis en el sector energético

Las causas que explican la alocada espiral inflacionista en los precios de la energía son complejas y preceden al conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. Fueron muchos los vientos que confluyeron para generar la ‘tormenta perfecta’ que ahora vivimos, y la inestabilidad geopolítica en Kiev solo es uno de ellos.

La raíz más profunda de la crisis se encuentra en el repunte de la demanda europea de gas en 2021, a causa de un invierno inusualmente frío y una menor tasa de generación eléctrica. En ese momento, el peor posible, se produjo la ruptura de relaciones diplomáticas entre Marruecos y Argelia, ambos importantes suministradores de este recurso, lo que afectó en gran medida al abastecimiento y, por ende, incrementó los precios.

Por si todo esto fuera poco, las importaciones europeas de gas natural licuado procedente de EEUU también se han encarecido, debido al meteórico ascenso de la demanda china desde 2020.

Así pues, antes de que las tropas del Kremlin se pusieran en movimiento, los precios de la energía ya habían experimentado una escalada sin precedentes. Hoy, con el conflicto bélico en pleno desarrollo, la situación ha llegado al punto de temer un eventual cierre de los gasoductos rusos que aboque a un racionamiento energético en Europa.

La comunidad internacional reaccionó desde muy pronto imponiendo severas sanciones comerciales a Rusia. Al ser Moscú uno de los mayores exportadores mundiales de gas y petróleo, era de público conocimiento que esta estrategia afectaría de forma directa en el plano económico, y los datos corroboran las peores previsiones.

Acotando el análisis a España, el pasado marzo la electricidad subió un 107,8%, tocando techo el día 7 de dicho mes al situarse en 545 euros por megavatio hora (MWh), el pico histórico. Aunque las ayudas estatales han conseguido calmar las aguas hasta cierto punto, se ha convertido en rutina que la luz supere con creces los 100 €/MWh, cuando a mediados del año pasado una tarifa de 65 €/MWh ya se consideraba preocupante.

Consecuencias de la crisis energética para las empresas

El efecto del encarecimiento energético sobre el tejido productivo puede describirse con una sola palabra: asfixia.

Un sondeo del Banco de España (BDE) revela que el 80% de las empresas ha detectado un aumento en los bienes y servicios que emplean en su proceso de producción, y un 79% señala la subida de los precios de la energía como un factor que condiciona su actividad.

Esta coyuntura ha obligado al 40% de las empresas a incrementar sus precios de venta en 2022, por lo que la inflación en general y los costes de la electricidad en particular se trasladan al bolsillo del comprador.

En cuanto a la situación general del tejido empresarial, baste señalar que España se enfrenta a la posibilidad de perder 300.000 mercantiles al cierre de 2022. El BDE estima en 220.000 el número de compañías ‘zombi’, a las que la escalada de la luz y el desabastecimiento de mercancías podría cortar la respiración asistida.

Consecuencias de la volatilidad de los precios de los materiales básicos para las empresas

¿Cómo minimizar los daños derivados de una crisis?

Como decíamos al inicio de este texto, una de las pocas lecturas positivas de este momento histórico es que, a todas luces, servirá para catalizar la implantación de los hábitos de sostenibilidad en ciudadanos y empresas; de igual modo que la COVID-19 propulsó la transformación digital. Y es que hablamos de un imperativo de supervivencia, pues las cifras de compañías que se encuentran al borde del colapso hablan por sí solas.

Precisamente este aspecto, el de la transformación digital, tiene una fuerte presencia en la primera parte de la ‘hoja de ruta’ que deben asumir las empresas para resistir esta crisis, y que engloba los elementos estratégicos a seguir:

  • Comunicación. Todos los participantes en el proyecto deben ser plenamente conscientes del alcance del problema; de cómo afecta a los balances de la compañía y, por ende, al futuro de todos ellos.
  • Concienciación. Este punto es la evolución natural del anterior. La situación puede ser incierta, pero no el plan para combatir sus efectos, por lo que es urgente la formulación de un compendio de normas internas y ‘líneas rojas’ sobre el uso del material, los aparatos electrónicos y los horarios de consumo eléctrico. Bien implementado, este reglamento pasará de urgencia transitoria a automatismo.
  • Digitalización. La tecnología aporta información, y la información significa eficiencia. La integración en el proceso productivo del big data, la IA o las herramientas digitales cooperativas reduce costos, aumenta el rendimiento, ahorra tiempo y, como resultado de todo lo anterior, reduce la factura energética.
  • Renovación técnica. La maquinaria y el equipamiento informático y electrónico tienen que ser renovados periódicamente en aras de alcanzar la máxima eficiencia al menor coste. La utilización de energías renovables y la  instalación de elementos de autoconsumo, si se dispone de presupuesto para ello, también aportarán en los balances.

La segunda parte tiene que ver con la asunción de una serie de hábitos y buenas prácticas en el seno de la empresa, a los que dedicamos un completo artículo que resumimos a continuación:

  • Luz natural al máximo. Si España cuenta con una ventaja competitiva, son las horas de sol. El aprovechamiento de las fuentes naturales de iluminación no sólo reduce la factura eléctrica, sino que influye positivamente en el ánimo y, por ende, en la productividad.
  • Planificación horaria. Si las características de la actividad lo permiten, es aconsejable ajustar la realización de las tareas laborales que exijan mayor consumo energético con los tramos horarios más baratos.

Análisis del consumo. La evaluación continua del proceso productivo permitirá detectar malos hábitos en los empleados, problemas técnicos recurrentes y maquinaria ineficiente.

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