Día Internacional de la Pyme 2022: más retos que nunca
En una fecha tan reciente como el 6 de abril de 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó una resolución que enunciaba la crucial importancia de las microempresas y pequeñas y medianas compañías en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la organización. Desde entonces, el 27 de junio está marcado de rojo en el calendario como el Día Internacional de la Pyme, una efeméride que, pese a su corto recorrido histórico -cinco años- le da a millones de emprendedores el reconocimiento a su vital rol en la economía.
Motor económico mundial
Según la definición de la Comisión Europea, las pymes (acrónimo de Pequeña y Mediana Empresa) son aquellas mercantiles con menos de 250 empleados que no generan más de 50 millones de euros anuales en ventas. Dentro de este concepto paraguas podemos hacer varias distinciones:
- Microempresas: con menos de 10 empleados;
- Pequeñas empresas: con 10-49 personas empleadas;
- Empresas medianas: con 50-249 personas empleadas.
Las compañías que encajan en uno de estos grupos representan, aproximadamente, el 90% del tejido empresarial de todo el mundo, según el Consejo Internacional de la Pequeña empresa (ISBC, por sus siglas en inglés). Además, generan entre seis y siete de cada diez puestos de trabajo ocupados.
España: un país de pymes
Estos datos definen a las pymes como los glóbulos rojos del sistema circulatorio mundial; sin ellas, ninguna otra planta del edificio productivo se sostendría. Y en España, un país con un modelo productivo basado en los servicios, su peso es aún mayor si cabe.
Los cálculos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo hablan de un porcentaje que alcanza el 99,8% del total de empresas, que acaparan más del 62% del Valor Añadido Bruto (VAB) y el 66% del total del empleo generado por el sector privado. Por consiguiente, no es en modo alguno aventurado decir que el nuestro es un país de pequeños negocios, y que la suerte económica del país depende de ellos. Los problemas de las pymes son los problemas de todos.
Una crisis tras otra
Como se ha dicho, el nuestro es un país en el que impera el sector terciario: todo, desde el empleo hasta el sector financiero, depende y está determinado por la marcha de las tiendas y establecimientos que prosperan o decaen en nuestros barrios y pueblos.
Los últimos años han sido, a la par, la evidencia irrefutable de esta relación de dependencia y una durísima prueba de resiliencia para los pequeños negocios que forman la base del castillo de cartas. Aún lamiéndose las heridas de la debacle financiera de 2008, tuvieron que hacer frente a los parones y restricciones originados por la pandemia de la COVID-19, que provocaron una situación límite en innumerables negocios.
Los estudios de las Cámaras de Comercio estiman que en 2020 un 52,6% de las empresas vio reducidas sus ventas, mientras que el 26,1% consiguió mantenerlas y un 21,3% las aumentó. Este dato ya habla por sí solo de la determinación y capacidad de reinventarse del colectivo emprendedor, que atrapado en medio de una tormenta que golpeó especialmente a España -los servicios fueron los grandes damnificados del confinamiento- logró salir a flote.
En la actualidad, ya superada la pesadilla vírica, las consecuencias de las tensiones internacionales han arrojado otra losa sobre las espaldas de las pequeñas y medianas empresas. La situación en Ucrania y el subsiguiente embudo en el comercio internacional han resultado en un alza histórica de precios hasta ahora incontrolable, además de la escasez de materias primas imprescindibles.
Los retos
A nivel macroeconómico, no cabe duda que los grandes desafíos pasan por reducir la dependencia del sector servicios y transicionar hacia un modelo de mayor valor añadido y más sostenible. Las pymes y startups tienen mucho que decir en el proceso, casi todo, pero para ello tienen que pasar por una ineludible modernización interna que les ponga en sintonía con los canales comunicativos y productivos que ya marcan el paso.
La digitalización experimentó un avance sorprendente durante la crisis sanitaria, que ayudó a sentar las bases de este proceso. Este impulso, nacido de la necesidad, debe servir de molde para otros procesos evolutivos como el de descarbonización, de modo que cada 27 de junio sea una fecha de homenaje a las pymes y su papel como pilar del Estado de bienestar, no un recordatorio de los problemas que las aquejan.
