Cómo certificar la gestión sostenible de tu empresa
Calentamiento global, fenómenos climatológicos extremos, recursos escasos… La sostenibilidad ha dejado de ser una opción para las empresas y estas deben ajustarse a sus parámetros si quieren garantizar su pervivencia y cubrir la demanda futura. No solo incorporando valores medioambientales y marcándose objetivos en este sentido, sino también otros de carácter social para un mundo más justo y equitativo, poniendo a las personas en el centro de sus estrategias.
Ahora bien, ya no basta con ser sostenible, sino que hay que demostrarlo a través de las certificaciones pertinentes de sostenibilidad para poder operar con inversores, diferenciarse en el mercado e incluso acceder a contratos con aquellas administraciones públicas con políticas de aprovisionamiento responsable. Y es que, por pequeño que sea un negocio, de cara al futuro las grandes empresas a las que provee de productos y servicios le exigirán que certifique su política de sostenibilidad.
El 99% de las empresas que hay en España son pymes y, en su caso, los certificados se pueden agrupar en dos bloques:
- Los que obliga o recomienda la ley (como el certificado de eficiencia energética para los edificios o el Dispositivo Ambiental para los coches).
- Los que acreditan la sostenibilidad de una empresa en su conjunto y/o la de sus productos y servicios. En estas últimas categorías hay una gran diversidad de sellos y todos están sujetos a la verificación, por parte de una entidad independiente a la empresa, del cumplimiento de una serie de requisitos.
Normas certificadoras
Dentro de las normas que certifican la gestión sostenible de una empresa en todas sus áreas, destacan algunas como la SGE 21 para un sistema de gestión ética y socialmente responsable; el estándar internacional IQNet SR10 para implantar un sistema de gestión que apueste por la Responsabilidad Social, el buen gobierno y la mejora continua; o la serie de normas AA1000 para responder, incorporar y beneficiarse de los retos de la sostenibilidad.
En cuanto a las normas que conciernen solo a un campo específico de actividad de la empresa, sobresalen otras certificaciones como la ISO 9001 (gestión de calidad); la ISO 14001 (gestión del impacto ambiental); la ISO 45001 (gestión de la seguridad y la salud en el trabajo); la EFR (conciliación); o la SA 8000 para crear un ambiente de trabajo sano, evitar la explotación laboral y prevenir la discriminación.
Entre los organismos españoles encargados de llevar a cabo certificaciones para empresas encontramos la Asociación Española de Normalización y Certificación (AENOR). A través de su página web podemos informarnos de las diferentes solicitudes de certificación que podemos pedir para nuestra empresa divididas por sectores -automoción, turismo u ocio, alimentación…-, o ámbitos de interés – como calidad, I+D+I, eficiencia energética, por citar algunas-.
También destacar las certificaciones en el campo de la sostenibilidad, que están vinculadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (ODS) para 2030, un conjunto de metas globales pensadas para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad mundial. En este sentido, encontramos el primer sello para calificar la sostenibilidad de las pymes que ha puesto en marcha el Banco Santander con el aval independiente de AENOR, con el que se puntúa a las empresas según criterios ASG (ESG en sus siglas en inglés: Medioambiente, Social y de Gobernanza corporativa) y valora cuestiones tales como el consumo de recursos, la gestión de residuos, la igualdad de oportunidades o el desarrollo profesional.
Una oportunidad de negocio
Lograr un comportamiento más sostenible de las empresas no solo beneficia a las personas que trabajan en ellas, al medioambiente y a la sociedad en su conjunto. También supone una oportunidad de negocio que les puede abrir las puertas de nuevos mercados y mejorar su eficiencia y reputación, lo que, por ende, las llevaría a conseguir mejores resultados económicos.
Para ello, el primer paso es analizar cuáles son los objetivos prioritarios para la empresa en este aspecto, para después pasar a la acción e integrarlos en su estrategia con medidas que contribuyan a su cumplimiento.
No tiene por qué ser un proceso especialmente costoso y complicado, pero aun en el caso de que así lo fuera, tales esfuerzos hay que considerarlos siempre en relación a los beneficios que puede proporcionar al negocio y al impacto positivo que puede tener en el entorno en el que la pyme opera.