Seis habilidades que debe tener un emprendedor
Cuando la comunidad científica analiza los perfiles de emprendedores y emprendedoras, algunas habilidades se repiten una y otra vez de forma consistente. Sin que sean una receta para el éxito o sin que su falta suponga el fracaso, sí es cierto que existen competencias y aptitudes que aportan más posibilidades para iniciar, mantener y hacer crecer un negocio.
Índice:
¿Qué son las habilidades emprendedoras?
Las habilidades emprendedoras son aquellas características personales que facilitan a las personas la creación y dirección de negocios con cierto grado de éxito. Es importante destacar que estas competencias no son universales, ya que cambian con factores contextuales como el sector (no son iguales las habilidades de emprendedores en arte que en gestores de pymes en servicios), circunstanciales como los ritmos económicos e incluso con sociales como el género.
Así, por ejemplo, algunos descubrimientos científicos, como este en que se analiza el perfil de las emprendedoras exitosas de Argentina, arrojan claves sobre cómo en determinadas culturas la presión del compromiso previo actúa como detonante, o cómo la mentorización sirve de red de seguridad a la que acudir. Sin embargo, si se analizan emprendedores masculinos en Argentina o femeninos en España, es probable que muchas de las habilidades clave puntúen de forma diferente o incluso cambien por otras más generales o específicas.
Con frecuencia, diferentes aproximaciones de estudio dan como resultado distintas habilidades de los emprendedores. Incluso hay una diferencia importante entre las habilidades destacadas por los emprendedores y los aspirantes a emprendedores.
Habilidades necesarias para un emprendedor
Dicho esto, sí existen ciertas características básicas —más o menos entrenables o mejorables con esfuerzo— que comparten los emprendedores que han tenido éxito. Listadas sin que su orden suponga ser más o menos importantes, se encuentran entre otras:
Iniciativa y responsabilidad
No es posible emprender sin tener capacidad de iniciativa, ni de sacar trabajo adelante sin asumir responsabilidades. Es por ello que un buen emprendedor es capaz de echar a andar pese a las circunstancias, y de hacerse responsable (a veces de forma personal) de las tareas pendientes. Con frecuencia, la responsabilidad inicial de un proyecto está altamente concentrada en la persona o personas que emprenden, reduciéndose esta presión a medida que se contrata personal. Aún así, pese a delegar, se es el responsable último de lo que ocurra con la empresa.
Compromiso con el proyecto
Si quien emprende no alcanza un altísimo compromiso con el proyecto, resulta difícil que este vea la luz, menos aún que constituya un éxito. Los emprendedores y las emprendedoras han de demostrar un compromiso personal más allá de la mera responsabilidad de ejecutar los planes del proyecto, y con frecuencia queman los barcos con los que han llegado a esta nueva orilla, o usan sus recursos personales para dar impulso al proyecto. Esta forma de reinvertir se da mucho en proyectos arriesgados que han tenido éxito.
Creatividad y actitud para enfrentar el cambio
La creatividad es un tipo de soft skill que durante mucho tiempo fue relegada a ámbitos artísticos, pero que ha ido abriéndose espacio en un entorno laboral cada vez más especializado y, al tiempo, dinámico. Los emprendedores y las emprendedoras necesitan ser capaces de dar con soluciones innovadoras, flexibles y rápidas para ser capaces no ya de crecer, sino de mantener el ritmo de la competencia. A menudo se habla de la creatividad desde un marco de soluciones innovadoras y tecnológicas, o disruptivas. Pero ser creativo puede consistir en algo tan básico como estar abierto a cambiar procesos internos, reordenar el espacio de trabajo o abrirse a nuevos sectores.
Planificación
A pesar de que las películas de Hollywood hayan romantizado un tipo de éxito imaginario en el que el empresario acierta con una clave mediante serendipia, la realidad es que se necesita planificación (y capacidad de planificación) incluso cuando el entorno y las circunstancias derriban presupuestos o convierten perspectivas y estrategias en papel mojado. Saber a dónde se dirige la empresa (aunque no llegue a ese lugar) es clave para definir estrategias a largo plazo, establecer una planificación a medio y distribuir tareas operativas a corto plazo. La planificación cabalga entre estos dos extremos.
Responsabilidad social
Una lección empresarial relativamente actual consiste en aceptar la responsabilidad que se tiene como empresario. Montar una empresa no consiste solo en disponer del capital y lanzarse a emprender, sino de convencer a los empleados y sus familias de que te acompañen en el proyecto. En el momento en que el sustento de los hogares depende del éxito de la empresa, el empresario se hace cargo de esa responsabilidad social.
Trabajo en equipo, coordinación y comunicación
La capacidad de trabajo en equipo es un básico en cualquier proyecto, pero especialmente en uno que se inicia con una persona o un conjunto de dos o tres, y va agregando personal lentamente al principio. Sin esa capacidad, las empresas no pueden ganar una masa crítica mínima de trabajadores con la que empezar a funcionar. Asimismo, la coordinación de esas personas, su escucha, el ser capaces de hacer autocrítica y de comunicar el proyecto a nivel interno son indispensables.
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